ARDE LUCUS 2017

En esta nueva edición, Arde Lucus fue declarada de Interés Turístico Nacional. Esto supuso una inmensa satisfacción, ya que se había conseguido tal reconocimiento en muy poco tiempo, dado que la fiesta ni siquiera había cumplido todavía la mayoría de edad.  La alcaldesa, Lara Méndez, recordó que era un importante punto de inflexión para la ciudad y que  serviría para que Lugo se diese a conocer al resto de España y al mundo. Tanto ella como la concejala de Cultura Carmen Basadre dijeron que esta distinción había llegado gracias a la total y absoluta implicación de la ciudadanía y al buen trabajo de las asociaciones, los grupos de teatro, los voluntarios y los medios de comunicación.

Con la satisfacción del trabajo bien hecho, Arde Lucus Cultural comenzó un par de meses antes de iniciarse la fiesta y tuvo más de cincuenta actividades, que estuvieron repartidas por diferentes barrios de la ciudad. Entre ellas hubo talleres de barro y mandalas en la plaza de Viana do Castelo, juegos romanos en el Castiñeiro y castreños en la plaza de Aguas Férreas. Asimismo, se abrió el plazo para poder inscribirse en el primer concurso fotográfico convocado por la asociación Salesiana Lucus Augusti sobre la fiesta romana y también se abrió el plazo para poder incorporarse al grupo de mitología.

En el puente romano la actividad consistió en construir una balsa indígena y también hubo una exposición de alimentos y productos de la tierra. También se realizó una ruta romana organizada por algunas de las asociaciones que fue desde Bóveda hasta el Burgo. No faltaron los encuentros de moda y vestuario romano que se realizaron en la vieja cárcel y, en este mismo lugar, se celebró un acto sobre la medicina romana. En el paseo del Miño tuvo lugar la fiesta de Beltaine, donde hubo música tradicional celta, la invocación del druida a los árboles sagrados y, finalizado este acto, una boda por el rito celta. En el MIHL estuvo la exposición de la asociación Cohors III Lucensium, que este año cumplía su décimo aniversario.

 

 

En el mes de mayo se iniciaron los talleres de trajes en la casa de la Juventud y la asociación de la Guardia Pretoriana comenzó el camino Primitivo de Santiago. En el parque de Frigsa y en la plaza del Campo Castillo hubo juegos romanos y en el museo de la Porta Miñá, un taller sobre modelado en barro. Ya a finales de este mes se inició el ciclo de cine arqueológico en el que se puedo ver el documental “Roma fuera de Roma”, la película “Los pueblos guerreros de Vasconia”, y la proyección de “Naachtún, la ciudad maya olvidada”. También se realizó el torneo de Harpastum en el paseo del Miño. A principios del mes de junio se realizó una exposición fotográfica en el salón de actos del colegio Divina Pastora y en el museo de Historia Interactiva de Lugo (MHIL) se celebró la final de los juegos romanos de mesa. Todas las actividades aquí mencionadas fueron gratuitas.

La asociación  Cohors III Lucensium renovó este año su directiva con el objetivo de darle un nuevo impulso no solo al grupo, sino a la propia fiesta romana. De hecho, una de las iniciativas que surgieron es que finalizada esta edición se reuniesen todas las asociaciones y grupos nacidos al amparo de la fiesta con la intención de crear una federación que les aúne a todos y así, poder ofrecer una imagen unificada de la fiesta Arde Lucus cuando viajen por otras fiestas de España y el exterior.

La nueva directiva consideraba que después de casi dos décadas de fiesta, esta debería reformular su futuro y no anclarse, porque no siempre se va a poder vivir del éxito obtenido. Ellos esperaron a la reunión que realiza el Concello con las asociaciones al final de la fiesta para exponer algunas de las mejores propuestas que creían que podrían llevarse a cabo, como que las asociaciones tuviesen más protagonismo o incluso que en un futuro pudiesen ser las encargadas de hacer espectáculos como el circo. También dejaron claro que, si la vía a seguir era la de la recreación histórica, Arde Lucus debería evolucionar en varios sentidos, como ampliar los espacios para poder representar escenas bélicas o que el sector hostelero se implicase más con la celebración decorando sus locales o vistiéndose de época, ya que son una parte fundamental para que la celebración tenga éxito. Lo que no se pudo negar fue que los ciudadanos lucenses sí se han involucrado en la fiesta como no se ha hecho en otros lugares.

La asociación Caetra Lucensium fue la encargada de hacer la bomba hidráulica inspirada en la época romana con la que se quiso homenajear a los bomberos de la ciudad. El presidente de la asociación contó que la bomba era la herramienta que usaban los bomberos en aquella época y que también era utilizada en trabajos de minería. A los bomberos les llamaban “vigiles urbanis” (vigilantes de la ciudad) y los primeros fueron esclavos que después pasaron a ser militares. El cuerpo de vigilantes fue creado en el año 22 a.C. por César Augusto y se encargaban de la seguridad pública y de apagar los incendios de todos los espacios de la ciudad, fueran públicos o privados. El sargento del parque de bomberos, Miguel Vila, se mostró muy satisfecho por este reconocimiento que dignificaba el trabajo de los bomberos también en Arde Lucus.

Este año la moneda oficial Arde Lucus fue un denario de plata del año 198 d.C., acuñado en honor de Julia Augusta, la mujer del emperador Septimio Severo. En el anverso aparecía el busto de Augusta, una mujer con una gran elegancia y, en el reverso, la diosa Cibeles escoltada por dos leones y apoyada con un codo en el tímpano. En una de sus manos tenía una rama y en la otra un cedro. Julia Augusta era una mujer que no cumplió los estándares de la mujer romana y que consiguió tener un gran protagonismo en la vida cultural y política. La moneda fue presentada por la asociación Cohors III Lucensium y fue un homenaje a la mujer en la cultura y la vida romanas. En total se acuñaron cuatro mil piezas que se pusieron a la venta al precio de dos euros.

También se estrenó en esta edición la primera moneda castreña del Arde Lucus, que estaba registrada en el Museo Arqueológico Nacional. Esta era celtibera y con fecha de los siglos II y III a.C., cuando tuvieron lugar las guerras Púnicas y se acuñaron una gran cantidad de monedas para poder pagar a los mercenarios y el avituallamiento del ejército de Aníbal. La moneda es un Sequel plateado, que en el anverso tenía a la diosa Tanit, muy significativa en la mitología de los Cartagineses. De esta moneda se hicieron cinco mil ejemplares.

La fiesta de este año se celebró los días 30 de junio, 1 y 2 de julio con la recién estrenada categoría de Fiesta de Interés Turístico Nacional, que le había sido concedida por el Ministerio de Cultura. Después de haber pasado un año de paz, el pacto firmado por las tribus castreñas y las legiones llegó a su fin y, de nuevo, las tropas venidas desde Roma entraron en la ciudad por la vía XIX, cruzando el puente sobre el río Miño. Al mando iba el general Cayo Antistio, que venía con ganas de invadir la ciudad al igual que todos los años.

Allí se encontraron con la Guardia Pretoriana, que realizó la apertura simbólica de las diez puertas de la Muralla romana. Al entrar en la ciudad se encontraron con los Castra, que estaban recibiendo la visita de un grupo de Auxilia. El colectivo estuvo atento a las explicaciones que le daba un cibus vendor (mercader de alimentos) sobre los productos que más se consumían en el Imperio Romano. Él les comentó que los soldados, para tener energía para las batallas, comían muchas lentejas, almendras y habas. Con estas últimas preparaban una especie de harina que mezclaban con trigo. Además, comían uvas, higos y ortigas que cultivaban al lado de los campamentos al igual que las patatas y con los que preparaban guisos.

A los romanos les encantaban las manzanas y las cocinaban de mil formas diferentes: asadas, cocidas en vino, de guarnición, como fruta fresca y como fruto seco. Las ciruelas también formaban parte de su mesa e hicieron injertos del fruto en almendros para conseguir mejor sabor. Otro alimento que estuvo presente en su mesa era la lechuga, que metían en salmuera para conservarlas durante más tiempo. Todo esto se lo explicó el mercader, aunque no se sabe muy bien si fue por enseñar o por vender. Muy cerca de donde se encontraban estaba la popina (taberna), donde se ofrecían comidas calientes y vino que se podía llevar para casa. Para mantener las comidas calientes, la taberna tenía un mostrador con grandes tinajas (los dolia) incrustadas en él que se usaban para mantener los alimentos calientes haciendo circular por debajo del mostrador aire caliente procedente del horno.

En el puesto de cosmética se pudieron ver espátulas para exfoliar la piel, pequeñas cucharillas para extender los aceites, un manojo de limpiar, un cortaúñas e incluso un quita espinillas, También contaron cosas curiosas como que las romanas se cosían el pelo con hilo para mantener sus recogido impecables o que para hacerse la raya negra de los ojos se utilizaba un polvo negro parecido al kohl egipcio con el que se realzaba la mirada.

Mientras, en la plaza Mayor se realizaban los primeros bautizos romanos (los nasciturus). El augur subido en el templete recordó que el padre del niño tenía la posibilidad de rechazar al recién nacido dentro del marco legal del derecho romano y, aunque el bebé llevase sus genes, el padre podía desentenderse de él si no lo tomaba en brazos y lo levantaba cuando se lo ponían a sus pies inmediatamente después de nacer, en una ceremonia conocida como Tollere filium (coger al vástago en brazos).

El augur era un sacerdote que vaticinaba el futuro leyendo el vuelo de las aves, como era habitual en la antigua Roma. La ceremonia incluía una ofrenda a la diosa Juno, diosa del matrimonio y la maternidad y también a Vesta, diosa del hogar y del fuego. En el rito se realizó el encendido de una vela para lavar al recién nacido.

Finalizado el ritual, el público se encaminó al Macellum, que estaba repleto de puestos que vendían productos de todo tipo como, por ejemplo, jabones naturales de Sanabria que vendía Zorro d’Avi que llevaba acudiendo a esta celebración desde hacía un lustro. En su puesto había jabones y bálsamos para cualquier afección de la piel y los preparaban a partir de hierbas y vegetales con propiedades medicinales. Ellos explicaban a los curiosos que se acercaban al puesto las propiedades de cada variedad y cómo se debían usar para que hiciesen un mayor efecto.

En cambio, hubo otros puestos que se estrenaron este año, como el de “Los sentidos de la tierra”, que vinieron desde Castellón con sus aceites esenciales e hicieron talleres de destilación a los que se pudo ir si se tenía curiosidad por conocer cómo se realizaba el proceso, que duraba cerca de una hora. De Extremadura llegó “La bici de Casar”, que ofrecía embutidos y quesos artesanos, pero no todos eran extremeños. Cerca de él hubo un pequeño puesto que vendía pimentón de la Vera y, más abajo, estaban los puestos de los aderezos y adornos. Uno de ellos fue muy curioso, ya que vendía piezas realizadas con el denominado oro vegetal, cuyo nombre real era capim dourado, una hierba de flor blanca que solamente crece de forma silvestre y las fibras doradas de aspecto metálico forman parte del tallo de la flor. Ellos creaban con ella piezas que parecían pura orfebrería.

Saliendo del mercado y algo más alejado estaba el campamento de los Mercenarios Galaicos y a su lado se colocó un barco romano, unas sillas voladoras, la noria y un carrusel, todos ellos construidos en madera y que se movían manualmente sin electricidad. La noria vino de Sevilla y el carrusel de Alicante y ambos estaban hechos en madera. Este último tenía un mecanismo de rodamientos y engranajes que lo movían mediante una manivela. Santiago Martínez aseguró que el tiovivo y la noria fueron las primeras atracciones de este tipo que funcionaron en España y a partir de estos se hicieron otras réplicas. El barco guerrero, al igual que la cama elástica, las sillas voladoras y la saltarina eran de Juan Luis Cataluña, que vino de Madrid. Él comentó que todas las atracciones necesitaban de la tracción humana para moverlas, a excepción de la saltarina.

Y llegó la hora de uno de los actos más vistosos y multitudinarios de esta fiesta: el desfile alrededor de la muralla romana. En el intervinieron cuarenta y cuatro asociaciones, de las que dieciocho eran de Lugo y otras de diferentes puntos de España (León, Mérida, Cartagena, Tarragona, Cantabria, Navarra, Baleares y Ponferrada) o de otros países como Portugal, Italia y Rumanía. Pero en esta edición hubo una novedad, ya que a la altura de la Mosqueira se encontraron con un maestro de ceremonias, Mario Flavio. Este centurión de la Legio VI Victrix de la vecina Astúrica Augusta realizó una descripción de cada asociación.

Llegada la noche se apostó por hacer deporte romano y se organizó una caminata nocturna, que consistió en dar una vuelta al adarve de la muralla, el cual estaría iluminado por antorchas. El límite de participantes al evento no podía superar las doscientas personas. Esta actividad fue una novedad de esta edición. Otro desfile que no faltó fue el que realizaron los veintiún colegios de la ciudad, en el que padres, profesores y alumnos vistieron las calles de la ciudad con sus galas de romanos y castreños, que elaboraron durante todo el año. Cada colegio lleva su color identificativo.

Poco a poco va llegando el momento de despedirse de la fiesta y llegan los actos finales en que las legiones romanas y las tribus castreñas se vuelven a enfrentar, en una cruenta batalla en la que los castreños buscaron recuperar sus tierras y sus derechos, mientras los romanos luchaban por mantener el terreno conquistado. En este día no fue fácil llegar a un acuerdo, porque las condiciones que impuso el César no gustaron, ni a las tribus castreñas, ni al druida. Los dioses tomaron cartas en la contienda y les dijeron que el derramamiento de sangre no los llevaría a ningún lugar y les pidió encarecidamente que dejaran de luchar. El Senado, ante estas palabras, requirió al César que llegara a un acuerdo con las tribus. Al final se llegó a un acuerdo con condiciones, pero lo que sí quedó claro fue que la paz era la mejor solución para todos y, si pasado el año los romanos no habían respetado los acuerdos allí firmados, las tribus castreñas volverían a la lucha para recuperar la tierra en que nacieron, en la que vivieron sus antepasados y que deseaban conservar para sus hijos.

El balance de este año fue totalmente positivo con una actividad continua, tanto a nivel lúdico como cultural. Pero los ciudadanos se quejaron por las fechas en que fue realizada la fiesta. El apostar por celebrar el Arde Lucus en el mes de julio fue muy arriesgado, ya que se iniciaban las vacaciones para muchos lucenses y si se tenía que elegir puede que la fiesta no fuera la elegida, aunque siempre quedan los turistas.

El historiador, Adolfo de Abel Vilela, que conoce muy bien Lugo y su historia, como acreditan todos sus artículos y libros, expresó también su opinión sobre la fiesta Arde Lucus. Él pensaba que se corría el riesgo de que la fiesta se dejase llevar por el éxito, por los números y porque es un evento que atrae a una gran multitud de gente. Él fue la primera persona que recreó al fundador de la ciudad Paulo Fabio Máximo y que recibió el título de Civis Honoris de la ciudad. Abel Vilela pensaba que había que cuidar la estética de los actos y de las caracterizaciones y que las máquinas de guerra deberían estar expuestas durante todo el año formando parte del atractivo de Lugo. A él le gustaría que algún autor escribiera una obra de teatro con personajes que se conocen de la historia de Lucus Augusti, como fueron el liberto Saturnino, Galión el vello o el Centurión. Este último era el jefe de la oficina de recaudación y era el dueño de lo que hoy se conoce como la Domus de Mitreo. Para él la fiesta debería tener un perfil más reivindicativo y servir para reclamar el centro de romanización y la investigación de yacimientos arqueológicos. Él consideraba que en Lugo todavía se estaba a tiempo de traer un turismo cultural de calidad.

Una asociación que nació en esta edición fue la X Cohors Urbanae Lucus Augusti, que recreó un cuerpo policial fundado en la antigua Roma, bajo el mando de un Prefecto Urbano. Ellos se ocupaban de mantener el orden y la seguridad en la ciudad. Su trabajo consistía tanto en controlar las multitudes en eventos populares como en custodiar el grano o reprimir los disturbios en épocas de protestas o conflictos sociales. Su comandante era el encargado de resolver los casos criminales de la ciudad. El equipamiento que llevaban era más ligero que el de los legionarios, ya que su actividad siempre era en la ciudad y no en el campo de batalla. El colectivo se incorporó este año a los actos oficiales formando parte del desfile y esperaban seguir creciendo en los próximos años.

Ara Roma es una asociación que nació en el mes de abril de este año y que está integrada por veinte personas. Ellos cubrieron un aspecto importante en la fiesta, como es dar a conocer las divinidades del imperio e hicieron la recreación del mundo místico y religioso de la antigua Roma. En su templo se rendía culto a los dioses Júpiter, Juno, Apolo y Minerva y estaba ubicado en la plaza de la Constitución.

Y con una mano decimos adiós a esta edición y con la otra ya se está empezando a preparar la siguiente. En este año que la fiesta ha conseguido la categoría de Interés Turístico Nacional nos despedimos con una frase de Publius: Ubi concordia, ibi victoria (Donde está la unidad, está la victoria).