ARDE LUCUS 2003

Este año el Concello de Lugo tuvo como propósito incluir el Arde Lucus en el Catálogo Nacional de Fiestas Históricas. Así lo confirmó pocos días antes de iniciarse las fiestas la concejala de Juventud, Carmen Basadre, el mismo en que dio a conocer el programa de actos del día veintiuno. Para abrir camino al objetivo marcado de situar el Arde Lucus en el ámbito nacional, se desplazaron hasta Lugo Javier Ibernón Serna, presidente de la Asociación Española de Fiestas y Recreaciones Históricas, y Francisca Ruiz Rodríguez, responsable de las fiestas de cartagineses y romanos, así como miembros de Civitas Limicorum, una asociación de Xinzo de Limia cuyos festejos son muy similares a los nuestros y se hermanaron con los de Lugo. 

La segunda edición del Arde Lucus estuvo marcada por las altas temperaturas que indicaban los termómetros en Lugo y que invitó más a pasar el día en la playa que a quedarse en la ciudad. Sin embargo, no fue así en Lucus Augusti, donde desde la mañana la Concejalía de Juventud encargada de la organización precisaba los últimos detalles de la ambientación romana de la ciudad con banderas, estandartes y otros elementos decorativos. También se montaron las tabernas y se distribuyeron los puestos del mercado. Todo esto a pesar de que los actos ya se habían iniciado el día anterior con varios conciertos musicales llevados a cabo por tres grupos lucenses en la Plaza del Campo Castillo. El primero de ellos empezó sobre las nueve y media de la noche y estuvo a cargo de “Josito e Iván”. A este le siguió la actuación del grupo de música folk “Vesdegaia” y remató la noche con el grupo de rock “Latem”, todos ellos con entrada libre.

 

El día principal de la fiesta fue el 21 de junio, en el que se pudo disfrutar de todas las actividades y actos programados para ese día. En esta edición actuaron como figurantes alrededor de mil personas, que se encargaron de realizar la recreación de la fundación de la ciudad, la exhibición de cuádrigas y bigas (bigas, trigas y cuádrigas son carros tirados por dos, tres o cuatro caballos, se empleaban como carros de guerra y de carreras, dirigidos por los aurigas), y el recorrido de la llama sagrada que, como bien explicó Carmen Basadre al inicio de los actos, sería llevada por un grupo de atletas precedidos de jinetes. Estos llevarían la antorcha hasta la Plaza Mayor y desde ahí se llevaría a la Plaza de Santo Domingo, donde se mantendría encendida junto al Monumento del Bimilenario. El Monumento del Bimilenario es un águila en bronce fundido ubicada sobre una columna granítica de 15 metros que preside la Plaza de Santo Domingo. Se realizó con motivo de la celebración del segundo milenio de la fundación de Lugo por los romanos y representa el águila real romana hallada en las excavaciones arqueológicas de O Courel. El conjunto escultórico fue diseñado por el arquitecto Antonio González Trigo.

Sobre las seis de la tarde fue la apertura del Macelum, el mercado de artesanía que ese año contó con veinte puestos, donde se pudo ver y adquirir muñecas de trapo, esencias, tirachinas y un amplísimo surtido de bisutería artesanal. En ese momento eran todavía muy pocos los artesanos que se decidieron a vestirse de época. Entre las actividades de ese día estuvo la cena en la Plaza de Santo Domingo para alrededor de mil personas y que incluyó un menú típico de la época romana. Los tiques para poder participar en la degustación de esta cena estuvieron a la venta en la caseta situada en la Plaza Mayor al precio de siete euros o también en los locales hosteleros que colaboraban con la fiesta. El menú consistió en una crema Oxiporum como primer plato, que al parecer activaba la digestión y que estaba hecha con comino, jengibre, ruda fresca, dátiles, pimienta, miel y vinagre de comino, a la que los cocineros lucenses del emperador le añadieron, como toque especial, puerro y cebolla. Al parecer se consumía mucho en los mercadorum de la época. Para acompañar los platos también se ofrecieron panis de piceno (era pan moreno con ajo), y panis secundarius (pan blanco con miel). El pan era un alimento estrella para los romanos, lo elaboraban de todo tipo y con condimentos, incluso había panes para días señalados y fiestas. Los platos que siguieron fueron una salsa garum, que consistía en pescado azul desecado mezclado en mortero con sal gruesa, vinagre de comino y aceite virgen. No pudo faltar la crema de la huerta del emperador Claudio, cuyos ingredientes principales eran las habas, la cebolla, el comino, la pimienta y otras hortalizas de la temporada. Para finalizar, finas hierbas, algo que habitualmente es utilizado por los restaurantes como acompañamiento y que normalmente no se sabe muy bien que lleva, pero en este caso podemos decir que llevaba apio, perejil, cebolla, laurel, ajo, alcaparras, aceite y vinagre. La cena estuvo acompañada de un espectáculo tradicional “Show de Roma” y las actuaciones de malabaristas y equilibristas, en la que no faltó ni la pirotecnia, ni el concierto de “Fía na Roca”. También hubo teatro y un acto de hermandad con los pueblos de Limicorum, (Xinzo de Limia).

El pregón de este año en la Plaza Mayor estuvo a cargo del historiador Adolfo de Abel Vilela, caracterizado como Paulo Fabio Máximo, y en el que hablaría sobre la fundación de la ciudad. No faltó en esta edición ni el teatro, ni el recorrido de las patrullas romanas y, por supuesto, se representaría la venta de esclavos e incluso por alguna zona de la ciudad hubo gente que dijo que se encontró con el dios Baco. Ya pasada la medianoche, dio comienzo la bacanal romana, en la Plaza del Campo Castillo, organizada por el colectivo “Alas” coincidiendo con el inicio de la II Semana de Orgullo Lesbigay de Lugo. En ella hubo un concurso con  espectáculo de variedades, así como la entrega del premio “Mariquita de Plata” a la concejala de Bienestar Social, Carmen Basadre.

También ya de madrugada se pudo ver la representación de una lección magistral en el senado romano, así como el concierto de música tribal y étnica del grupo “Nómadas” y la actuación de “Volando Libre”. La fiesta se dio por finalizada sobre las cinco de la mañana con una procesión que partió de la calle Clérigos, bajando por la calzada romana hasta llegar al río Miño donde se realizó la ofrenda al dios Lugh.

No podemos dejar de mencionar que, durante todo el fin de semana, delante de la Casa Consistorial, se estableció un taller para la confección de trajes de época, en el cual había una o dos personas encargadas de enseñar cómo se hacían a todos aquellos que estuvieran interesados. La organización del evento corrió a cargo de una empresa y el dinero para pagar todos los actos de las aportaciones salió de distintas casas comerciales

Al finalizar los festejos, como siempre, hubo un sinfín de opiniones, pero todos estuvieron de acuerdo en que había sido un rotundo éxito y, aunque fue más amplia que el año anterior, la gente quería más para el próximo año. Se echó de menos que, entre todos los actos que se realizaron, no hubo ninguno relacionado con la vida castreña, que era la que existía antes de la llegada de los romanos a la ciudad. A pesar de que hubo carencias, la fiesta gustó y fue cogiendo fuerza cada año. Constituye una novedad dentro del panorama cultural gallego. Si se aúna calidad y la participación de todos se puede conseguir crear un evento que dé notoriedad a Lugo y, por supuesto, muchos beneficios económicos. Esa es una oportunidad que no se debe desperdiciar.